Una película basada en hechos reales que relata el genocidio
en Rwanda en los años noventa. Si bien lo ocurrido entonces fue criminal, mas
criminal fue relatar un desastre político y militar en términos tan humanistas
como los que vemos a lo largo del film.
Solo al comienzo de la película y con mucha sutileza, se señala
la intervención de los belgas y como fragmentan a la población ruandesa por
medio la raza. Si eras alto, de nariz fina y más claro eras tutsi; si eras más
bajo , mas negro y nariz gruesa eras hutu. Una estrategia vieja pero muy
efectiva para destruir y debilitar a una población. Lo que no dice la película
es que los belgas no tienen poder sobre Ruanda desde la segunda guerra mundial,
es decir que en el momento del genocidio los máximos responsables del país eran
la ONU.
Desde luego Terry George, progre americano, no va a darnos
muchos datos. Probablemente porque él, como muchos otros occidentales, estén
orgullosos de la buena fe y el buen hacer de la ONU. Es lo que nos cuentan los
medios y de ahí que lo creamos. Hasta los que puedan parecer más fidedignos lo
ocultan convenientemente. Y como en todas las historias como esta los que más
pagan y con sangre fueron los ciudadanos de a pie. Más de 800.000 víctimas
civiles.
Por lo demás tampoco supone un gran hallazgo cinematográfico.
Tiene una estética moderada y poco relevante. Un África vista desde los ojos de un americano
que pierde su fuerza en cada escena, en
los paisajes autóctonos, su color y la belleza de su cultura. Desvirtuando
totalmente la idiosincrasia ruandesa para mostrarnos una tierra de salvajes
asesinos y en contraposición: El bueno (Paul Rusesabagina). Un tío progre, apolítico
que se codea con las castas políticas extranjeras que más tarde le abandonan.
Solo ante el peligro decide cuidar y salvar a su gente.
Nos es que esté en contra de tales actos, todo lo contrario.
Admiro la actitud y la osadía de Paul y sin embargo, mientras hablamos de su
toma de posición frente al problema y como salvo a tanta gente, olvidamos que
los tutsis eran una minoría, que el gobierno fácilmente podía mermarles y sin
embargo no fue así. Si lo que quieren es lavarse las manos en torno al problema
de Ruanda y por tanto hablar de lo superficial del genocidio y enternecernos
con la experiencia trágica de este personaje, deberían haber puesto más empeño
en cuidar cada detalle. Deberían haber enriquecido la película con imágenes más
sugerentes, con algo de sorpresa y/o incertidumbre. Utilizando todos los
recursos al servicio de conmover al público. Porque lo cierto es que el relato
es bastante plano y si conmueve, es sólo porque es una historia real, en sí
misma conmovedora.
Así se ve en otros films de historias basadas en hechos
reales. Donde la creatividad no se ve en el argumento de la obra sino en su
guión, su escenografía, en los recursos expresivos que utiliza, la
fotografía...para mi gusto en este caso resulta poco sugerente.
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